Testimonio: El Verdadero Amor.
Mi nombre es Jeremy van der Westhuizen y nací en 1996. Soy Hijo de pastor, así que nací y crecí en una familia pastoral, a los 3 años de edad murió mi hermano Kevin de 2 años mayor que yo, esto quebró mi familia por completo y trajo mucho dolor a mis padres, durante ese tiempo todo se desmoronó; sufrí el abandono emocional de mis hermanos y padres que empezó a generar en mí una intensa necesidad de amor
Ya en mi adolescencia sufrí bullying en mi colegio, llegué en su tiempo a pasar solo en los recreos; mis compañeros más cercanos me hirieron con palabras sobre mi personalidad y apariencia, tuve que cambiarme de colegio pero la historia se repetía y en mí la idea de que era alguien terrible y frustrante para otros crecía más y más. Junto con esto en la reunión de jóvenes de mi iglesia siempre fui el más pequeño y revoltoso y siempre había palabras hacia mí de los jóvenes mayores de burla y rechazo.
Puse en gran estima mis hermanos mayores en ese tiempo y otros jóvenes mayores en la iglesia y por cuanto más intentaba agradarles más rechazo recibía, más comparación, más dolor, más angustia y odio hacia mí mismo. Intentaba imitarlos y ser aceptado, pero al contrario, siempre de alguna u otra forma lograba ser un motivo de frustración para ellos, y esto me frustraba mucho y causaba mucho dolor. Cada vez que me decían palabras hirientes me iba al baño de la iglesia a llorar y a maldecirme por horas, esto se repitió una y otra vez.
Un día jugando videojuegos en la casa de un vecino vi una imagen pornográfica, a la semana siguiente era un adicto compulsivo a la masturbación y la pornografía. Esto trajo una vergüenza y culpa enorme porque sabía que estaba mal, pero el deseo por el placer siempre era más fuerte y terminaba llorando y prometiendo mil veces que no lo volvería a hacer. Viviendo en una familia pastoral nunca conté sobre los dolores que sentía en mi corazón, ni menos mis pecados sexuales. Todo este ambiente del colegio, la iglesia, y “yo” como un ser que todo el mundo rechazaba y que por mis prácticas secretas yo me veía como un “cochino asqueroso” que Dios no amaba. Esto me hundió en dolor y soledad, y cada vez más abrazaba la idea de suicidarme ya que mi vida no tenía valor ni sentido.
Un día como a los 13 años, todo salió a la luz finalmente. Me encontraba en el baño viendo páginas pornográficas en el computador de mi papá (¡mi pastor!), quien entró y me quitó el computador porque lo necesitaba. Cuando llegó a su oficina y abrió el computador, se enteró de la oscuridad en la que estaba metido. Así que tuve que confesar lo que estaba haciendo, caí a sus pies de vergüenza y llore por más de 2 horas. Pero cuando pensé que todo se había acabado y que iba recibir condenación y jucio, sentí paz y perdón de su parte, algo que no había sentido nunca! Mi padre me acompañó y ayudó a afrontar este pecado que se había vuelto una adicción, y fue demasiado liberador poder contar con alguien que supiera mi lucha. El poder confesar y rendir cuentas fue tan poderoso que empecé a ver al Dios de gracia que antes no entendía.
En este tiempo empecé a desarrollar una relación personal con Jesús, en mi cuarto a solas con mi biblia y una guitarra comencé a conocer destellos de su amor y ternura; esto fue sanando mi adicción y de a poco empecé a experimentar libertad de ser quien yo era en realidad.
Un día por motivos divinos le conté a un amigo de la iglesia de mi luchaba con la masturbación y la pornografía, pero que Dios en su gracia me había empezado a liberar. No sé porque le conté eso, pero el en ese momento exploto en llanto y me confeso que también luchaba con esas cosas (él era hijo de pastor igual que yo!!) Ese día mi alma exploto en gozo, algo que había jurado nunca contar, algo que era mi pecado más íntimo. Ahora Dios lo había usado para expandir su gracia! Así seguí abriéndome con otros jóvenes hombres, descubrí que no estaba solo en esto y todos necesitaban experimentar la confesión. Empecé un grupo semanal de confesión para hombres en mi colegio y empezamos a buscar a Dios, a entender y vivir su Gracia, comprendí que como dice Santiago 5:16 la confesión es algo que Dios nos manda a hacer, para experimentar su libertad y sanidad. Este grupos empezó en mujeres también, siguió creciendo y alcanzando a más jóvenes quebrantados.
Yo estaba feliz, juraba que todo estaba listo en mi todo estaba sano mi pecado sexual iba disminuyendo y mis relaciones iban mejorando. Pero al parecer no era así, aun había dolor, amargura, odio hacia mí mismo, temor, y mi corazón aún era adicto a la aprobación de los demás, a la imagen de un hermano mayor en mi vida.
Tuve la oportunidad a los 17 años de conocer el ministerio de restauración de Mauricio que me invito a una capacitación en Argentina. Esa semana tuve un encuentro con el Amor verdadero e inagotable del Padre del amado, Cristo y el Consolador. Ya habían empezado áreas de restauración en mi vida, pero esa semana Dios revelo mis heridas y quebrantos más profundos arraigados en mi infancia y adolescencia. Dios confrontó mi idolatría y dependencia de amor a otros, y volvió mi corazón a Él por completo. Pude hablar sobre mis dolores más profundos e íntimos y eso trajo libertad para perdonar a otros y perdonarme a mí mismo. Pude perdonar a mis hermanos por el dolor y el rechazo causado, y a mi padres por la desconexión y falta de nutrición que había experimentado durante la agonizante enfermedad y posterior muerte de mi hermano Kevin.
Me encontré con un Dios totalmente amoroso y cercano, que me amaba tal cual yo era, que me había creado a su imagen y que mi personalidad y físico eran de su agrado. Empecé a relacionarme con Jesús de una forma más íntima y eso fue lo que más trajo restauración a mi vida, el ir a él en el dolor, en soledad, aun en pecado. Comprendí que lo que yo buscaba era amor y podía recibirlo una y otra vez de Él sin tener que hacer cosas para ganármelo. Empecé a entender mi nueva identidad en Cristo y eso me dio la capacidad de amar a otro en vez de buscar el amor en otros.
Tiempo después pude conversar con mi familia acerca de mis heridas y quebrantos del dolor y que perdonaba el daño que me habían causado, pude hablar con mi hermano a solas y empezar a sanar la relación. Con mi padre, empecé una relación de amistad íntima y así con mi hermano mayor que disfruto mucho. Dios empezó a sanar cosas que jamás pensé que podían ser restauradas, Dios sigue sanándome y mostrando más cosas acerca de mí y de él; sigue sanado mi relaciones y volviendo más e él mi corazón necesitado de su amor inagotable; ese amor de él que habla David en Salmos 63:3
Hoy en día a mis 19 años estoy liderando y empezando un ministerio (Grupos Gracia) enfocado en llevar sanidad sexual y emocional a jóvenes de la iglesias a través de grupos pequeños de confesión junto a mi novia y un equipo de jóvenes quebrantados y apasionados por sanar otros.
Dios me sigue enseñando a vivir dependiendo de su amor y su aprobación, vivir a los pies de la cruz yendo a él en debilidad y en dolor siendo un canal de para otros.
Su inmenso amor me perseguirá siempre. Si algo puedo declarar hoy es que soy un resultado de la Gracia de Dios. ¡Gloria a Cristo por su obra en la cruz!
Testimonio: El Verdadero Amor.
Ya en mi adolescencia sufrí bullying en mi colegio, llegué en su tiempo a pasar solo en los recreos; mis compañeros más cercanos me hirieron con palabras sobre mi personalidad y apariencia, tuve que cambiarme de colegio pero la historia se repetía y en mí la idea de que era alguien terrible y frustrante para otros crecía más y más. Junto con esto en la reunión de jóvenes de mi iglesia siempre fui el más pequeño y revoltoso y siempre había palabras hacia mí de los jóvenes mayores de burla y rechazo.
Puse en gran estima mis hermanos mayores en ese tiempo y otros jóvenes mayores en la iglesia y por cuanto más intentaba agradarles más rechazo recibía, más comparación, más dolor, más angustia y odio hacia mí mismo. Intentaba imitarlos y ser aceptado, pero al contrario, siempre de alguna u otra forma lograba ser un motivo de frustración para ellos, y esto me frustraba mucho y causaba mucho dolor. Cada vez que me decían palabras hirientes me iba al baño de la iglesia a llorar y a maldecirme por horas, esto se repitió una y otra vez.
Un día jugando videojuegos en la casa de un vecino vi una imagen pornográfica, a la semana siguiente era un adicto compulsivo a la masturbación y la pornografía. Esto trajo una vergüenza y culpa enorme porque sabía que estaba mal, pero el deseo por el placer siempre era más fuerte y terminaba llorando y prometiendo mil veces que no lo volvería a hacer. Viviendo en una familia pastoral nunca conté sobre los dolores que sentía en mi corazón, ni menos mis pecados sexuales. Todo este ambiente del colegio, la iglesia, y “yo” como un ser que todo el mundo rechazaba y que por mis prácticas secretas yo me veía como un “cochino asqueroso” que Dios no amaba. Esto me hundió en dolor y soledad, y cada vez más abrazaba la idea de suicidarme ya que mi vida no tenía valor ni sentido.
Un día como a los 13 años, todo salió a la luz finalmente. Me encontraba en el baño viendo páginas pornográficas en el computador de mi papá (¡mi pastor!), quien entró y me quitó el computador porque lo necesitaba. Cuando llegó a su oficina y abrió el computador, se enteró de la oscuridad en la que estaba metido. Así que tuve que confesar lo que estaba haciendo, caí a sus pies de vergüenza y llore por más de 2 horas. Pero cuando pensé que todo se había acabado y que iba recibir condenación y jucio, sentí paz y perdón de su parte, algo que no había sentido nunca! Mi padre me acompañó y ayudó a afrontar este pecado que se había vuelto una adicción, y fue demasiado liberador poder contar con alguien que supiera mi lucha. El poder confesar y rendir cuentas fue tan poderoso que empecé a ver al Dios de gracia que antes no entendía.
En este tiempo empecé a desarrollar una relación personal con Jesús, en mi cuarto a solas con mi biblia y una guitarra comencé a conocer destellos de su amor y ternura; esto fue sanando mi adicción y de a poco empecé a experimentar libertad de ser quien yo era en realidad.
Un día por motivos divinos le conté a un amigo de la iglesia de mi luchaba con la masturbación y la pornografía, pero que Dios en su gracia me había empezado a liberar. No sé porque le conté eso, pero el en ese momento exploto en llanto y me confeso que también luchaba con esas cosas (él era hijo de pastor igual que yo!!) Ese día mi alma exploto en gozo, algo que había jurado nunca contar, algo que era mi pecado más íntimo. Ahora Dios lo había usado para expandir su gracia! Así seguí abriéndome con otros jóvenes hombres, descubrí que no estaba solo en esto y todos necesitaban experimentar la confesión. Empecé un grupo semanal de confesión para hombres en mi colegio y empezamos a buscar a Dios, a entender y vivir su Gracia, comprendí que como dice Santiago 5:16 la confesión es algo que Dios nos manda a hacer, para experimentar su libertad y sanidad. Este grupos empezó en mujeres también, siguió creciendo y alcanzando a más jóvenes quebrantados.
Yo estaba feliz, juraba que todo estaba listo en mi todo estaba sano mi pecado sexual iba disminuyendo y mis relaciones iban mejorando. Pero al parecer no era así, aun había dolor, amargura, odio hacia mí mismo, temor, y mi corazón aún era adicto a la aprobación de los demás, a la imagen de un hermano mayor en mi vida.
Tuve la oportunidad a los 17 años de conocer el ministerio de restauración de Mauricio que me invito a una capacitación en Argentina. Esa semana tuve un encuentro con el Amor verdadero e inagotable del Padre del amado, Cristo y el Consolador. Ya habían empezado áreas de restauración en mi vida, pero esa semana Dios revelo mis heridas y quebrantos más profundos arraigados en mi infancia y adolescencia. Dios confrontó mi idolatría y dependencia de amor a otros, y volvió mi corazón a Él por completo. Pude hablar sobre mis dolores más profundos e íntimos y eso trajo libertad para perdonar a otros y perdonarme a mí mismo. Pude perdonar a mis hermanos por el dolor y el rechazo causado, y a mi padres por la desconexión y falta de nutrición que había experimentado durante la agonizante enfermedad y posterior muerte de mi hermano Kevin.
Me encontré con un Dios totalmente amoroso y cercano, que me amaba tal cual yo era, que me había creado a su imagen y que mi personalidad y físico eran de su agrado. Empecé a relacionarme con Jesús de una forma más íntima y eso fue lo que más trajo restauración a mi vida, el ir a él en el dolor, en soledad, aun en pecado. Comprendí que lo que yo buscaba era amor y podía recibirlo una y otra vez de Él sin tener que hacer cosas para ganármelo. Empecé a entender mi nueva identidad en Cristo y eso me dio la capacidad de amar a otro en vez de buscar el amor en otros.
Tiempo después pude conversar con mi familia acerca de mis heridas y quebrantos del dolor y que perdonaba el daño que me habían causado, pude hablar con mi hermano a solas y empezar a sanar la relación. Con mi padre, empecé una relación de amistad íntima y así con mi hermano mayor que disfruto mucho. Dios empezó a sanar cosas que jamás pensé que podían ser restauradas, Dios sigue sanándome y mostrando más cosas acerca de mí y de él; sigue sanado mi relaciones y volviendo más e él mi corazón necesitado de su amor inagotable; ese amor de él que habla David en Salmos 63:3
Hoy en día a mis 19 años estoy liderando y empezando un ministerio (Grupos Gracia) enfocado en llevar sanidad sexual y emocional a jóvenes de la iglesias a través de grupos pequeños de confesión junto a mi novia y un equipo de jóvenes quebrantados y apasionados por sanar otros.
Dios me sigue enseñando a vivir dependiendo de su amor y su aprobación, vivir a los pies de la cruz yendo a él en debilidad y en dolor siendo un canal de para otros.
Su inmenso amor me perseguirá siempre. Si algo puedo declarar hoy es que soy un resultado de la Gracia de Dios. ¡Gloria a Cristo por su obra en la cruz!
El Ministerio Restauración Argentina provee ayuda y apoyo cristocéntrico a las personas que luchan con diferentes problemas relacionales, emocionales y sexuales.
Nuestro apoyo está basado en el fundamento bíblico de la compasión, la integridad y la dependencia en Dios.